Bernardo


Bernardo

No vino a la fiesta de casamiento
Pero sé que mi suegra lo trajo amarrado a su costado
Y mis cuñados  asociaron en sus recuerdos, ¡Si El estuviera ¡
A pesar de que ya faltaba desde hacía tanto tiempo
Mi suegro siempre estuvo entre nosotros
Bernardo se llama. No digo, se llamaba
De El conozco más que su foto, solo una foto

 

Viajo con nosotros y en aquel entonces, mi novio
Cuando intentamos dejar una amada Buenos Aires
Y fue quizás en la distancia que mi novio entonces
Dieciocho años después pudo llorar su ausencia
Hacer su duelo, vaciar el alma, verter las lágrimas
Que la sorpresa, incredulidad, y rabia de su ausencia
Taparon dieciocho años tremenda carencia.

Bernardo creció con mis hijos y como en un cuento
La historia de sus anécdotas moldeó su esencia
Fue un abuelo presente siempre en su inexistencia
A Él se le pedía, a Él se le invocaba, con Él se ejemplificaba
Y también a Él se visitaba.

 

Como paseo de domingo partían mis hijos
Con su padre a ver su tumba, perfumados
Y en esos momentos de recuerdos,
Sé que tal vez invisible Él corporizado
Bendiciones de ángel suspiraba

 

Pudimos leer las cartas que dejo escritas a sus hijos
Consejos, recomendaciones de vida, instrucciones
Y hasta mi hija le escribió su propia carta

 

Bernardo se llama el abuelo de mis hijos
El único que tuvieron, que jamás estuvo vivo
Porque no hizo falta, porque existió siempre
Que con tanta ausencia, inundo presencia.

 

Treinta años después aquella fiesta
Sigo necesitando el pecho de mi suegro
Para refugiarme.

 

Claudia Mattenet
Diciembre 2016